Tu terapeuta NO te va a resolver la vida
- Pilar Muñoz
- 4 oct 2021
- 3 Min. de lectura
Así arrancamos, con un palito.
Una vez con un paciente sacamos una cuenta. El tiempo que se invierte semanalmente en una terapia es de un 0,6%.
Si alguna vez pretendiste que ese 0,6% te resuelva la vida, estoy segura que te diste contra la pared. Por esto siempre me encargo de contar esta anécdota a mis pacientes más nuevos. No por desmerecer la cifra, ya que muchas veces es más de lo que pensamos en nosotrxs en nuestra vida entera, pero sí por echar luz en ese pensamiento mágico que nos dice que una horita por semana nos va a salvar.
Cualquier terapia necesita que el paciente tome responsabilidad en el proceso terapéutico.
¿Qué significa tomar responsabilidad? Significa tomar su lugar en el “equipo de trabajo”. Ese lugar será variable; algunas veces más de escucha, otras más dialogante, algunas veces implicará reflexiones y otras, además, acciones, pero siempre más activo que pasivo.
La terapia es un acompañamiento, una guía, un bastón en el proceso de alcanzar o recobrar un estado de bienestar que no solo está sujeto a un proceso individual, sino que tiene en cuenta que hay variables externas que están fuera del control personal.
No se trata de abracadabras ni pociones mágicas. Acá no hay varitas señorxs! Acá lo que hay es trabajo en equipo, sostenimiento en el tiempo y mucho compromiso.
Una terapia brinda herramientas para afrontar los conflictos que se nos presentan en el día a día. La idea no es que el terapeuta te resuelva cada uno de ellos, porque problemas, crisis y conflictos habrá siempre! El objetivo es guiarte en la búsqueda de las herramientas más adecuadas para resolver esas situaciones de la manera más autónoma posible. Esto es fundamental para no generar una relación de dependencia.
Al final, ese trabajo personal que poco incentiva en un comienzo, termina siendo uno de los aspectos más satisfactorios de todo el proceso, ya que es gracias a él que nos sentimos más fuertes y capaces de mantenernos de pie.
A veces podríamos tentarnos de creer que ir a terapia nos va a resolver los conflictos existenciales de nuestra vida. Pero sería más acertado pensarlo como un buen y gran primer paso.
Llegar al espacio terapéutico -físico o virtual- suele ser un camino plagado de resistencias y dudas. A veces hay cuestionamientos internos de “por qué no puedo solx?”, “tengo todo para estar bien, por qué me pasa esto?”, “no creo que una persona que no está pasando por lo mismo que yo pueda ayudarme” y otros. ¿Te pasó?
Ir a terapia, hoy por hoy parece algo muy normal, como tener hijos, terminar la facu, ponerse en pareja. Pero cuando se trata de unx mismx, esa normalidad se relativiza por la cantidad de emociones que hay alrededor. Emociones propias relacionadas con lo que está aconteciendo en nuestra vida y también vinculadas a los cuestionamientos que nombré más arriba.
Entonces, este primer paso es el que mueve, motoriza, arranca e impulsa el movimiento hacia el espacio que será tan nuestro: la terapia.
Pero luego de este paso y de la valentía que implica darlo, no llegamos a un quirófano del cual saldremos con un problema quirúrgicamente resuelto. Diría que entraremos de a poco a ese problema.
La psicología no es quirúrgica. No hay cirujanxs que extraen un problema y fuera del cuerpo lo analizan para ver su nivel de malignidad. No hay alguien que tiene necesariamente más información que el/la paciente mismx. Hay alguien con un marco teórico del cual se va a tomar para hacer intervenciones y ser una guía para que cada persona pueda investigar y desandar su propio malestar.
No estamos anestesiadxs durante este proceso, al contrario, debemos estar bien atentxs y participar del mismo. De otra manera el trabajo del/la Psicólogx, será como darnos la comida masticada.
Es decir que, en mayor o menor medida, estamos implicadxs en el proceso y esa implicación es una variable fundamental en cuanto a su impacto en los resultados.
Como ya dije, vamos a terapia una cantidad de tiempo muy pequeña, por lo cual la implicación en el proceso tiene que ver con atender a nosotrxs mismxs durante el tiempo de vida fuera de nuestra terapia. Atender(nos) y ser conscientes de sí mismx.
No vamos a estar dormidxs si la intervención se complica. No nos vamos a enterar en un informe médico posterior que hubo un momento clave en el procedimiento. Lo viviremos, estaremos ahí plenamente, o al menos esa sería la intención, aunque a veces nuestra mente es capaz de olvidar y reprimir haciendo de cuenta que algunas cosas nunca pasaron.
Si estás en un proceso de este tipo o pensás embarcarte en uno es importante que sepas que tu compromiso hace la diferencia y que no digo esto para “asustar” a nadie sino para generar conciencia sobre TU importancia en el camino hacia tu bienestar.
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