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“No te necesito, pero te elijo”


Si una frase pudiese representar el amor propio, esta sería una de las que encabezaría la lista.


Muy relacionada sobre todo con el amor romántico, es la evolución de: “sin vos me muero”, “sin tu amor no soy nada/nadie”, “la vida no tiene sentido si no estás conmigo”, “te necesito”, “si no estamos juntxs no puedo ni respirar”, etc. Quien nunca haya dicho o pensado alguna de estas, que arroje la primera piedra.


Gracias a la amplia difusión que tuvo en los últimos años la salud mental, se cayeron algunos telones, se rompieron algunos mitos y se cuestionaron muchas creencias, entre ellas, ésta, la de que necesitamos a alguien al lado porque si no no existimos.


Su existencia, en gran parte, tiene que ver con convenciones sociales como formar una familia de determinado tipo: papá, mamá e hijxs. También con los roles tan taxativamente demarcados donde varones y mujeres cumplían funciones específicas, lo cual implicaba cierta complementariedad y necesidad mutua: el varón proveedor y la mujer ama de casa, roles que por muchos años no fueron negociables (recién hace unos años estamos en esa). Y no nos olvidemos del papel de las religiones que mucho tuvieron que ver.


Pero por sobre todo, de esto se desprendieron modos de vivir que sedimentaron los sistemas de creencias de muchas personas, los cuales se fueron transmitiendo por generaciones: el del “amor para siempre”, “el príncipe azul y la princesa encantada”, “la pareja ideal”, “la media naranja” y otros.


¿Cómo se puede juzgar a alguien por creer que si se separa de una pareja pierde absolutamente todo, después de habernos metido en la cabeza todas estas ideas? El amor, una emoción que debiera poder ser vivida en libertad y con alegría, se tiñe para muchas personas de angustia, de dolor y de temor constante a la pérdida, que lleva a un apego ansioso.


Los 4 tipos de apego

El apego es un término relacionado con la teoría de John Bowlby, que refiere principalmente al modo de relacionarse de lxs niñxs con sus seres significativos. Según Bowlby, el mejor apego es aquel que permite al niñx explorar el mundo y las relaciones humanas con la tranquilidad de sentirse cuidadx y protegidx. De lo contrario, surgirán miedos e inseguridades al respecto. Este tipo de vínculos en la niñez, tiene implicaciones en los posteriores vínculos que aparecen más tarde en la vida.


Apego seguro. Si tuvimos esta experiencia, es más probable que crezcamos sintiéndonos más segurxs de nosotrxs mismxs y de lxs otrxs. Precisamente, una característica es la incondicionalidad del vínculo, la otra persona no nos fallará. Bajo esta presunción, hay mayor avenimiento a entablar relaciones, mayor confianza en el entorno y el temor a la pérdida o al abandono no tiene mucha cabida. Si la pérdida sucede, hay una personalidad segura por detrás capaz de tolerarlo y con recursos personales y sociales para hacerle frente. Las personas con este tipo de apego suelen tener buen recibimiento en los contextos que habitan y sus probabilidades de “éxito” en las relaciones en general (lo cual no quiere decir que siempre les va bien), son altos por el simple hecho de conservar la fe en lxs demás y demostrarlo con acciones.


Apego ansioso o ambivalente. En este tipo aparecen emociones contrapuestas. Hay amor, pero hay ansiedad, angustia y hasta bronca que vienen de la falta de consistencia en las conductas de lxs cuidadorxs. En la adultez, esto deja sensaciones de inseguridad y desconfianza en las personas, sobre todo en las más significativas. Y como las relaciones son fuente de dolor más que de disfrute, no hay acercamiento a otrxs de manera tan activa. Pero cuando lo hay, los vínculos suelen impregnarse de dependencia. Esto quiere decir que se busca la aprobación constante de lxs demás y se monitorea permanentemente la presencia del otrx, ya que la amenaza interna es la de ser abandonadx. Esto genera roces lógicos en las relaciones interpersonales que suelen reforzar las ideas preconcebidas.


Apego evitativo. Es el tipo de apego construido por personas que no pudieron contar con sus cuidadorxs en la infanciapor ausencia o negligencia de lxs mismxs. Los vínculos generan sufrimiento a punto tal que la mejor idea parece evitarlos. Las otras personas son fuente de desconfianza, por lo cual las pocas relaciones que se mantengan no serán muy profundas ni íntimas, lo que genera muchos problemas en las relaciones cercanas, principalmente, de pareja, perpetuando así el sufrimiento que tanto se evita.


Apego desorganizado. En este caso, hablamos de vínculos muy inestables teñidos por sensaciones caóticas de amor-odio. Amor porque hay una gran necesidad del otrx y odio porque la creencia base es que esx otrx faltará a la confianza, fallará. Proviene de la falta de confianza o incluso miedo a lxs cuidadorxs de la infancia. Suelen ser personas que vivieron situaciones de abandono o sus figuras de apego fueron muy inseguras. Para estas personas cualquier conflicto puede ser destructivo y considerado un drama. Hay muy baja tolerancia a los desacuerdos y esto, lógicamente, sigue reproduciendo esas situaciones tan temidas, debido a que no es para nada fácil permanecer junto a alguien que todo el tiempo desconfía y magnifica cualquier problema, por más pequeño que sea.


Como podrán ver, cada tipo de apego tiene un origen que, de no ser visibilizado y elaborado, se puede perpetuar a sí mismo generando las mismas cosas a las que le teme. Cuando el apego es inseguro, es importante tener espacios de reconocimiento, como la terapia psicológica, que permitan la toma de consciencia y un trabajo deliberado y bajo la contención profesional adecuada para modificar patrones de pensamiento y conducta, resultando así en una emocionalidad mucho más estable, positiva y permeable.


Las modalidades de apego no son fijas ni determinantes. En cada vínculo hay mínimo dos personas, y cada una tiene su bagaje. No puede tomar un solo miembro toda la responsabilidad o el crédito por el mal o buen funcionamiento de la relación. La otra persona y sus características podrán moderar, compensar o exacerbar características tanto consideradas positivas como negativas.


¿Qué función cumple la autoestima en todo esto?

La autoestima es la medida de cuánto creemos que valemos. Si bien esto se relaciona mucho con factores internos, también estos se relacionan íntimamente con la construcción que hacemos con otrxs desde pequeñxs. La pregunta podría ser ¿qué valor percibimos que nos dieron nuestros seres significativos desde la infancia en adelante? Mientras más protegidxs y cuidadxs nos hayamos sentido, es más probable que nos sintamos valoradxs, al igual que mientras más validación y atención hayamos recibido. De lo contrario, si nuestrxs propixs cuidadorxs no nos validaban o no nos prestaban atención, entonces las conclusiones a las que podemos arribar son otras muy distintas.


¿Quiere decir esto que podemos separar entre padres y madres buenxs y malxs según nuestro tipo de apego? No necesariamente. La ausencia en las atenciones pudo haberse debido a muchos factores que van desde la real falta de cariño o implicación afectiva, a cuidadorxs con alguna enfermedad o condición socio-cultural que impidió de alguna manera la formación de un apego saludable.


En la Psicología muchas veces nos enfrentamos a que 2+2 no es 4. No hay causas y consecuencias que funcionen a rajatabla. Muchas de las interpretaciones que hacemos se relacionan con nuestro modo de ver la realidad ante una determinada situación, la cual puede ser sensiblemente diferente a la de otra persona ante la misma situación. Esto pone por encima de todo a la realidad psíquica. Lo que consideramos real, ES real para nosotrxs. Por eso es que me parece imprescindible contar con espacios terapéuticos y psicoeducativos (como estos) que nos permitan hacernos preguntas. Aún si no encontramos respuestas, al menos estaremos más cerca de percibir una realidad mucho más amplia que la que hay en nuestra mente.


Espero de todo corazón que les haya servido este artículo y les haya permitido observarse aunque sea un ratito.


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Gracias!





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