La Maldita Culpa
- Pilar Muñoz

- 16 nov 2021
- 3 Min. de lectura
No importa cómo, ni cuándo ni por qué, pero todxs (o casi todxs) en algún momento de nuestra vida experimentamos esta emoción. Más allá de nunca haber leído nada sobre ella, podemos dar cuenta de lo que es a través de la propia experiencia.
Si nos preguntaran qué es la culpa, lo más probable es que respondamos asociándola al haber hecho algo malo, perjudicar a alguien, romper alguna norma, explícita o implícita y, por consiguiente, haber generado una situación de malestar para los involucrados.
Pero la culpa no solo aparece ante los otros, sino también ante unx mismx.
“Soy un desastre”, hago todo mal”, “no sirvo para nada”
La culpa hacia adentro suele aparecer en frases y pensamientos como estos. Tanto si es hacia afuera como si es hacia adentro, es importante ser más autocompasivos y preguntarnos de manera concreta qué es lo real en lo que estamos pensando; qué de lo ocurrido es nuestra responsabilidad y qué nos excede.
A veces ni siquiera se trata de un daño que infligimos a otrxs, sino de expectativas que seteamos en nuestra mente y que no podemos alcanzar. También puede tratarse de querer satisfacer las de otras personas por la “necesidad” de agradar o de recibir reconocimiento.
Las preguntas nos ayudan a desandar el camino de la culpa ¿nos pusimos metas demasiado altas? ¿nos propusimos algo que después nos dejó de interesar? ¿todo, absolutamente todo, depende de nosotrxs o existen situaciones externas que influyeron en los resultados?
Hay determinados momentos en los que nos sentimos más vulnerables a este tipo de emociones. Como hablamos en artículos anteriores y en mis redes, cuando tenemos un autodiálogo muy negativo y un autoconcepto pobre, se presenta la tierra fértil para la culpa.
En esta época del año aparece mucho relacionada a los objetivos que nos propusimos y no logramos; a las relaciones familiares y relaciones en general, ya que es una época agitada y solemos cortar por ellas para poner nuestra atención en otros compromisos. Pero la verdad, es que puede aparecer ante muchas situaciones.
Es cierto que hay personas más propensas a sentir esta emoción, trascendiendo todos o gran parte de los aspectos de su vida.
La culpa nos condiciona, nos pone en el lugar del “acusado”, y ponernos ahí implica que tenemos que “pagar una pena”. En los vínculos esto podría traducirse en hacer todo lo que lxs otrxs quieren, no manifestar disgusto (a pesar de sentirlo), invalidar las propias opiniones, pensamientos y deseos para satisfacer los de lxs demás, etc.
Con unx mismx, la culpa nos lleva a auto-castigarnos, a tener pensamientos y comportamientos autodestructivos y a creer que todo lo malo está adentro y lo bueno afuera. No podemos separar realmente esto, ya que sentirnos así impacta en cómo nos relacionamos y, la riqueza y satisfacción de
esos vínculos impacta a su vez, en el autoconcepto.
Las emociones desagradables están por algo en nuestro repertorio. Un cierto nivel de culpa resulta adaptativo. Al menos imaginar cómo nos sentiríamos en caso de romper una norma social establecida, ya nos ayuda a tomar la decisión basándonos en las consecuencias de nuestras acciones. Es más, quien no sienta culpa por maltratar, por ejemplo, a otra persona o a un animal, quizá sea alguien que tenga problemas para adaptarse a su entorno en general.
Pero que algo sea adaptativo, no quiere decir que lo sea en cualquier medida. El exceso genera disfuncionalidad donde se presente. Por eso es tan importante preguntarnos y registrar los pensamientos que se encuentran sosteniendo este exceso de culpa, para reemplazarlos por otros más realistas y funcionales.
Definir límites para la culpa es clave, ya que si no lo hacemos, se generaliza, se traslada y crece.
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GRACIAS!




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