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¡ANIMATE! NADIE TE ESTÁ MIRANDO

En estos días estuve muy enganchada con el libro de Elizabeth Gilbert “Libera tu Magia”. Es un libro que habla sobre creatividad principalmente, pero para eso, toca muchos otros temas. Mientras leía hace algunos días, una parte resonó mucho en mí. Quizá porque con otras palabras, ya me habían dicho lo mismo alguna vez. Liz dice que no somos completamente libres hasta que entendemos que nadie está pensando en nosotros. Y que a veces eso pasa a una edad avanzada. Y agrega: “La mayor parte de las personas lo que hacen es pensar en sí mismas. No tienen tiempo de preocuparse de lo que estás haciendo, o de si lo estás haciendo bien porque están demasiado ocupadas con sus problemas. Es posible que te presten atención momentánea (si triunfas o fracasas de forma espectacular y pública, por ejemplo), pero esa atención pronto volverá a donde siempre ha estado: a ellas mismas. Y aunque darte cuenta que no estás en las prioridades del orden del día de nadie puede resultar al principio solitario y terrible, es una idea también muy liberadora. Eres libre porque todos los demás están demasiado ocupados consigo mismos para preocuparse por tí. Así que, venga, sé quien te apetezca ser. Haz lo que quieras hacer.” Cuando Liz habla de creatividad, no quiere decir que esto esté dedicado a pintorxs, escritorxs y artistas en general de manera exclusiva. La creatividad la podemos usar vos y yo en el día a día del trabajo para resolver cualquier situación que se nos presente. Podemos aplicarla en dar una pequeña vuelta de rosca más a lo que venimos haciendo igual todos los días y modificarlo para generar un cambio. Básicamente, hacer algo nuevo. Hace tiempo me preguntaron sobre qué la gente me consultaba más, y una de esas consultas es que quieren animarse a algo (desde empezar un emprendimiento, ponerse en pareja, separarse de la pareja, empezar un hobbie, etc.). El mayor freno: lo que los demás van a decir o pensar, quedar mal con tal o cual persona, quedar como el/la malx, el/la locx, etc. El origen (o al menos uno de ellos): queremos que nos presten atención, resaltar, ser protagonistas en la vida de los demás. He ahí el arma de doble filo. Cuando lo que hacemos lo hacemos para que vean los de afuera, pero nuestros mayores miedos también se relacionan con que nos vean los de afuera. Por eso me parece que hay que trabajar en un cambio de paradigma. Hacer TODO (o casi todo) para unx mismo. En este momento y mientras escribo esto, estoy mentalizada en que estoy escribiendo esto para mí, aunque pueda servirles a muchos de ustedes. Hacer para sí sin mirar afuera es un desafío. Por lo menos a mí no me sale de lo más natural. Lo tengo que pensar y aplicar conscientemente. Creo que la gran mayoría de nosotrxs aprendimos a mirar más afuera que adentro, a encontrar la validación en lxs otrxs y poner en último plano los factores internos. También en ser super racionales y no tener muy en cuenta las emociones. Hoy por hoy creo que es importante mirar afuera solo para chequear que lo que hacemos no haga un daño a nadie, pero luego de eso, volver a nosotrxs y guiarnos desde lo más íntimo. La mirada puesta ahí, en “el público”, nos condiciona, no da espacio a la originalidad, a la autenticidad, al hacer desde las tripas ni a la creatividad. Esa mirada solo nos desconcentra de nosotrxs mismxs y cataloga nuestras producciones según categorías que no nos son propias: bueno/malo, lindo/feo, correcto/incorrecto porque se centra en los resultados. Si nos centramos en los procesos y en las motivaciones, desconocemos esas categorías y hablamos de disfrute, expresión, genuinidad, pasión, etc. Ese cuadro que alguien puede evaluar en términos de corrección o precisión, es para su autorx su obra más maravillosa porque expresa a la perfección sus sentimientos cada vez al mirarlo. Ese esa producción que en boca de otros está sujeto a juicios de todo tipo, puede ser para su dueñx, su mayor desafío y orgullo. Si dejamos que el afuera nos defina y defina lo que hacemos, estamos poniendo en manos de otrxs que no nos están viendo, o nos ven un ratito. Y al final de cuentas, cambiamos, nos sujetamos a normas externas y cuando volvemos a ver, nadie nos está prestando atención.





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